Gustavo Marturet

En días pasados dejó de existir Gustavo Marturet Machado, hombre de férreos principios, tesonero, gerente exitoso, culto, pero sobre todo, persona de gran valía que se supo ganar el aprecio y la admiración de quienes lo conocimos y compartimos con él en distintas actividades a lo largo de su vida. Trabajador incansable y disciplinado, poseía una indiscutible cualidad de líder, no solo por su habilidad para definir e identificar los objetivos a perseguir en las organizaciones que dirigía, y las estrategias para alcanzarlos, sino también por su capacidad para formar y dirigir al equipo humano que se requería para gerenciar esas instituciones e implementar exitosamente aquellas estrategias.

Dedicó buena parte de su vida profesional al grupo financiero Mercantil, institución donde trabajó por varias décadas hasta llegar a ocupar los más altos cargos. En esas funciones demostró ser un banquero de primer orden, llevando al Banco Mercantil a ser uno de los más importantes del sistema bancario venezolano. Más aún, después de la dramática crisis financiera de 1994-1995, que se tradujo en la caída de 13 bancos que acumulaban el 37% de los depósitos del sistema, el Banco Mercantil no solo salió incólume de esa crisis sistémica, sino que se fortaleció notablemente, ya que fue una de las instituciones hacia donde migró buena parte de los depósitos de las entidades afectadas, por ser este percibido como un banco sólido y solvente. Todo ello se debió a la buena gerencia y al manejo acertado de esa organización comandada por Marturet. Con razón sus opiniones y razonamientos eran respetados y escuchados en todo el gremio bancario, agrupación en la cual él tuvo gran influencia, habiendo sido presidente del Consejo Bancario y de la Asociación Bancaria.

Una de sus características más resaltantes era su alta sensibilidad social, siendo un consecuente protector de múltiples instituciones benéficas y educativas, destacando entre estas Fe y Alegría, esa maravillosa iniciativa dedicada a la formación de niños y jóvenes de escasos recursos.

Era un amante de la música, particularmente de la ópera, siendo un conocedor de la obra de Wagner, por cuya música sentía particular preferencia. En una de las múltiples ocasiones en que asistió a la presentación del ciclo de El Anillo del Nibelungo, a las que siempre acudía en compañía de su inseparable esposa Diana, tuvieron ellos la gentileza de invitarnos a mi esposa y a mí, lo cual se los agradecí enormemente, no solo por la deferencia que nos brindaron, sino también porque de esa forma finalmente decidí abocarme al estudio de esa maravillosa música escrita por el compositor alemán, la cual hasta ese momento había yo ignorado inexplicablemente. En consecuencia, a mis entrañables amigos Diana y Gustavo les debo haberme dado la oportunidad de adentrarme en ese fascinante mundo de la opera wagneriana.

En los años 2012 y 2013 Gustavo presidió con gran acierto la Cámara Venezolano Americana de Comercio e Industria (VenAmCham),  a pesar de ya estar padeciendo severos problemas de salud, llamando poderosamente la atención de los que conocíamos sus dolencias la energía y vitalidad que en todo momento mostraba. Era el gerente y el líder de siempre, no dando la más mínima indicación de debilidad o de agotamiento sino, por el contrario, una decisión inquebrantable de ejecutar proyectos, planificar acciones y gerenciar eficientemente la organización que ahora comandaba. Seguía siendo el mismo trabajador infatigable.

En lo personal era un hombre de familia y un amigo incondicional y entrañable. Con su esposa Diana formó una bella familia, siendo para ellos frecuentes los viajes para visitar a sus hijos ausentes y consentir a sus adorados nietos.

Con la partida de Gustavo perdemos a un amigo, y Venezuela pierde a uno de sus más esclarecidos y valiosos hijos, precisamente en el momento en que más está necesitada de luz, orientación y gerencia, como la que él, mejor que nadie, podía dar.

 

Imagen: Panorama.com