El Sistema y el Estado

Publicado en el diario “El Nacional” de Caracas. Lunes 28 de febrero de 2011

 

Desde su fundación hace ya 36 años, el Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, mejor conocido como el Sistema, depende fundamentalmente del Estado venezolano, ya que es este último quien le provee los fondos para su funcionamiento regular. Si bien esa descollante iniciativa recibe importantes apoyos financieros de entes privados y de organismos internacionales, como el Banco Interamericano de Desarrollo y  la Corporación Andina de Fomento, su fuente principal de financiamiento es el Estado. Eso ha hecho que su director y fundador, José Antonio Abreu, haya tenido que manejar con extremada prudencia y habilidad  la difícil y compleja relación del Sistema con los distintos gobiernos de turno a lo largo de todos esos años. No ha sido fácil para él y para su equipo sortear las dificultades, trabas y argucias que distintos funcionarios y burócratas de diversas tendencias políticas le han puesto en el camino, obstáculos que aumentan con el crecimiento y agrandamiento de esa maravillosa obra.

El Sistema, además de ser la excelsa organización musical que hoy asombra al mundo y que ha puesto a Venezuela en el pináculo de la música universal, es un programa social de primer orden que beneficia a cientos de miles de niños y jóvenes que allí se forman para ser ciudadanos de bien. Es, sin duda, una iniciativa que tenemos que preservar y cuidar todos los venezolanos, porque si hay algo de lo que nos podemos vanagloriar es contar con un  movimiento de excelencia como ese. Sin embargo, los que dirigen el Sistema son los que tienen la mayor responsabilidad de cuidar y velar por la salud y progreso de esa singular iniciativa. Para lograrlo, se requiere como condición de base la preservación de unas relaciones óptimas con el Estado para asegurar el apoyo financiero requerido, pero a la vez evitar la injerencia gubernamental en el manejo de esta compleja organización.

Por eso es que me parece un sinsentido las críticas que se le han hecho a José Antonio Abreu y a Gustavo Dudamel por aparecer al lado del Jefe del Estado en actos protocolares relacionados con el Sistema, acusándoseles de chavistas o vendidos al régimen. Nada más absurdo. Independientemente de sus inclinaciones políticas, que tienen el perfecto derecho de tener, ellos son los dos símbolos más emblemáticos del Sistema y sus actos no pueden desligarse de esa realidad. Creo que lo que verdaderamente sería criticable es si ellos, por razones políticas o ideológicas, tomaran posiciones o realizaran acciones que deterioraran las relaciones con los dirigentes gubernamentales, poniendo en riesgo la obra que representan. Invito a quienes han formulado esas críticas a que se pregunten cómo actuarían ellos si, a pesar de ser opositores al gobierno, tuvieran que manejar las relaciones con dirigentes gubernamentales de cuyas decisiones dependiera la sobrevivencia de una obra de tanta envergadura e importancia como el Sistema.

En el caso específico de Gustavo Dudamel, se ha dicho que él debió haber seguido el ejemplo de Toscanini, quien rompió con el régimen de Mussolini por oponerse al fascismo. Creo que esa posición tampoco tiene fundamento, ya que, aun cuando él fuera opositor al régimen de Chávez, no podría negarse a aparecer al lado del Presidente, o prestarse a ser filmado dirigiendo a la orquesta bandera del Sistema, de la que es director musical, en la interpretación del Himno Nacional. Mientras él sea emblema visible del Sistema sus acciones y posiciones públicas no pueden poner en riesgo la salud y sobrevivencia de esa portentosa obra.

Pasarán gobiernos y cambiarán líderes y tendencias políticas en la conducción del país, pero los dirigentes del Sistema, como lo hicieron ayer y lo hacen hoy, tendrán que seguir sorteando con prudencia, habilidad y sagacidad las relaciones con los dirigentes gubernamentales, pues de ello ha dependido, depende y dependerá la subsistencia de ese orgullo nacional.

 

Imagen: venezuelasionfonica.com